Entrevista de El Diario Montañés con Francisco Imbernón, uno de los ponentes en la jornada que organiza el Colegio de Psicólogos de Cantabria este sábado con el objetivo de ayudar a los padres en la educación de sus hijos
Más información sobre la jornada del Colegio de Psicología de Cantabria https://unionprofesionalcantabria.es/colegio-psicologia-cantabria-organiza-la-i-jornada-psicologia-educativa-neurociencias-emocion-padres/
Ana Rosa García
Predicar con el ejemplo, no pecar de permisivos ni rasgarse las vestiduras por poner un castigo razonado. Son algunas de las pistas que avanza Francisco Imbernón, catedrático de Pedagogía de la Universidad de Barcelona, para ayudar en la «siempre difícil» tarea de ser padres. Él será uno de los ponentes que participará en la I Jornada de Psicología Educativa, Neurociencias y Emoción organizada por el Colegio Oficial de Psicología de Cantabria. La cita, dirigida a padres y madres (requiere inscripción previa), será el sábado, 21 de octubre, de 9.00 a 14.00 horas, en el Paraninfo de la Universidad.
– Comienzo con el título de su ponencia: ¿Qué cosas decimos y hacemos los padres que deberíamos pensar antes de decir y hacer?
Las palabras marcan el comportamiento, la personalidad y afectan a partes del cerebro. Hemos de tener cuidado con lo que decimos. Un ejemplo es el ‘No llores’, esta frase (o ‘No seas bebé’) es un mensaje que el niño puede interpretar como una invalidación de sus sentimientos. Aunque el padre o la madre no lo diga con esta intención, el menor entiende que aquello por el que derrama lágrimas es un asunto sin importancia (sus emociones no son válidas), cuando para él es todo el contrario.
– ¿Por dónde hay que empezar para aprender a ser buenos padres?
En primer lugar, los padres son un modelo para los niños. Lo que hagan ellos, lo harán los hijos. El ser humano aprende por imitación. Por ejemplo, algunos padres dicen que los niños no les obedecen, pero si uno analiza lo que hacen ellos ves que se ponen nerviosos y eso los niños lo notan. Si pierdes el control, ellos también. Si te peleas con la pareja, aprenderán conductas agresivas. Hemos de ser cautos. Cuando les hablamos se ha de utilizar un tono de voz pausado. Si tú gritas, ellos gritarán más. Aunque ello no implica que haya que darles órdenes y mirarlos a los ojos diciéndoles las cosas; tratarlos con cariño pero con rigor y seguridad. Los mensajes negativos afectan a zonas cerebrales que provocan inseguridad, mal autoconcepto y efectos no deseados en su aprendizaje. El cerebro de un niño es una esponja y todo queda introducido en él.
– ¿Hasta qué punto los hijos son entonces reflejo de los padres?
Siempre. Se ha de vigilar los malos ejemplos (insultar a conductores, pasar la calle con semáforo en rojo, no cumplir las normas, criticar a los demás, etc). No podemos ser incongruentes entre lo que se hace y lo que se dice. Los niños se dan cuenta. Si eres incongruente con el comportamiento, van asumiendo un determinado concepto moral y además se deslegitima lo que se les dice.
– ¿Cuáles son los errores más frecuentes que se cometen pensando que se hace lo correcto?
Hay mucha literatura sobre el tema. Y muchos errores a evitar. Si tuviera que escoger los más frecuentes podría decir que en primer lugar no poner muchas expectativas en los niños. Son como son. Evitar la disparidad entre los padres, aspecto muy habitual entre las parejas. Es mejor discutirlo en la cama sin ellos. Si el niño recibe mensajes contradictorios se verá sin referencias claras. ¿Cuántas pequeñas peleas hay entre los padres delante de los niños por su forma de actuar? Se han de evitar. Lo importante es tener un cierto comportamiento como forma de conducta habitual, aunque ello no significa que alguna vez se pierdan los nervios. Somos humanos.
– ¿El cuidado en exceso también es contraproducente?
Sí, sobreproteger a los hijos es erróneo. Hay padres que los cuidan demasiado, los hacen dependientes y tiranos. La autonomía y la personalidad se van forjando desde pequeños, necesitan cierta libertad y aprender a equivocarse. Los padres son adultos y han de evitar perder los nervios, decir frases negativas o faltar al respeto a los hijos. No puedes comportarte de forma arbitraria sino ecuánime y racional.
– Un comentario frecuente en los padres es que educan por igual a sus hijos y el resultado es distinto.
No se pueden hacer comparaciones con hermanos, primos, vecinos, compañeros… generan celos, envidias y dañan la personalidad, cada hijo es diferente. Cada uno requiere una educación distinta, un trato individualizado y que le dediquen un tiempo a solas, entre otras razones para poder conocerle y saber cómo hay que tratarle.
– ¿El problema es que, por el ritmo de vida que llevamos, nos faltaría más tiempo en familia?
Es una excusa. Se ha de buscar tiempo para los hijos. Ellos deben ser lo más importante en la vida de los padres. La educación de los hijos será tu bienestar o malestar en el futuro. Se ha de dedicar tiempo, palabras, acompañamiento, llamadas de atención, crear normas, poner límites… Eso es lo que la infancia necesita y la felicidad de los hijos será la felicidad de los padres.
– ¿El castigo es un aliado necesario en la educación de los hijos?
Se ha acabado la época de que el castigo traumatiza. Eso fue una determinada corriente que se ha esfumado en el tiempo y que ha perjudicado a algunas generaciones. Fue una moda que ha hecho niño y niñas muy maleducados y consentidos. El castigo es posible siempre que sea moderado y llevado a la práctica. Por supuesto, nunca físico. Lo peor es castigar mal, de forma desproporcionada, sin lógica o imponer castigos imposibles.
– ¿Por lo general, se castiga bien o es una asignatura por aprender?
Muchas veces mal. Se dice un castigo y no se cumple. Nunca se deben hacer promesas inalcanzables o que no se cumplen. Si los castigos no se aplican se pierde autoridad y transmiten la idea de que sus normas pueden quebrantarse fácilmente. Se ha de aprender que el castigo tiene que ser justo y no arbitrario. Igual que los niños han de aprender que cuando no hacen algo bien se sanciona. El problema no es el castigo sino quién lo hace y cómo lo hace.
– ¿Con todas estas pautas, ser padres puede llegar a ser fácil?
Nunca. Ser padres es difícil y más en los tiempos actuales. Pero esto no ha de impedir tener hijos sino que, como todo, se ha de ir aprendido a serlo. Educar a los hijos no es dejarse llevar por la intuición o igual a cuando tú fuiste niño. Cada época tiene su momento y hoy día necesitamos saber ciertas cosas que serán fundamentales para que ellos lleguen a ser hombres y mujeres que te respeten y respeten a los demás. El futuro de la humanidad empieza en la educación de los hijos.
– ¿Qué señales indican a los padres que para controlar la conducta de un hijo precisan apoyo profesional?
Si han sido muy permisivos y han negociado todo, lo padecerán cuando sean más mayores, sobre todo en la adolescencia. Hay cosas que no se negocian, como el horario de estudio, ir con cinturón en el coche o comportarse bien el supermercado. Ahí han de ser los padres los que ejerzan la autoridad. Si no puedes hacerlo es que tienes problemas y a lo mejor ya has llegado tarde. Para evitarlo, hemos de intentar transmitir a los hijos ilusiones, dilemas vitales y amplitud de miras. Y un poco de disciplina, no aceptando todo lo que quieren hacer. Ellos te ponen a prueba.
– ¿Es un error centrar la atención a los problemas en la adolescencia?
Siempre hay problemas que hay que ir asumiendo. Pero es cierto que hay dos etapas fundamentales, la de antes de los seis años, cuando se va creando las conexiones neuronales, y la adolescencia, cuando se va forjando la personalidad, la identidad y aspectos esenciales de la conducta. Si no has conseguido educarlos de pequeños, costará entenderlos de adolescentes. Será difícil en esta época, pero no imposible. Muchos padres no saben qué hacer e improvisan y cuando llega la adolescencia se pierde el control de su conducta, se les quiere poner normas, y entonces ya es tarde. Poner límites es entrar en el conflicto pero eso no ha de dar miedo. El conflicto es positivo siempre que se trate de forma adecuada.