El Espacio Ricardo Lorenzo de Santander acoge el viernes la proyección de “Jorge Oteiza: escultor del vacío”

Organizada por el Colegio de Arquitectos de Cantabria, esta actividad tendrá lugar a partir de las 19.30 horas e incluirá un coloquio con los invitados y asistentes

El Colegio de Arquitectos de Cantabria ha organizado para este viernes, día 23 de marzo, a las 19.30 horas y la sede cultural de la entidad colegial, el Espacio Ricardo Lorenzo de Santander, la proyección de “Jorge Oteiza: escultor del vacío”, compuesta por diversos documentales del artista y su sobra y que incluirá un coloquio con los invitados y asistentes.

Oteiza inició su actividad artística en San Sebastián en la década de 1920, en contacto con los jóvenes que desarrollaban la vanguardia artística en su ciudad. Las primeras obras escultóricas de Jorge Oteiza están fuertemente influidas por el cubismo y el primitivismo.

Con el fin de investigar la estética de la escultura precolombina, en 1934 viaja a Sudamérica (Bolivia, Colombia, Argentina, Chile), donde permanece hasta 1948, sorteando la Guerra Civil Española. Durante su estancia en el continente americano, toma contacto con artistas, entre los que cabe destacar a Edgar Negret o Joaquín Roca Rey.

Durante años se dedicó además de a su obra escultórica y a realizar estudios sobre estética, a la labor docente como profesor de cerámica en la Escuela de Cerámica de Buenos Aires, Argentina, fundada por Fernando Arranz, y posteriormente durante su traslado a Popayán, Colombia.

En este periodo escribe dos textos fundamentales para la comprensión de su proyecto artístico: Carta a los Artistas de América (1944), publicada en la revista de la Universidad de Cauca, e Interpretación estética de la estatuaria megalítica americana, que será publicado más tarde (1952).

A su regreso a España, se le concede por concurso la realización de la estatuaria para el friso y la fachada de la Basílica de Nuestra Señora de Arantzazu (1949-51), obra del arquitecto Francisco Javier Sáenz de Oiza. En esta gran obra, Oteiza pone en práctica sus teorías sobre el debilitamiento de la expresión figurativa, aplicándolas a un tema religioso. La Iglesia prohíbe los trabajos, retrasando su conclusión a 1968, cuando se termina de colocar el friso de apóstoles y se coloca en la fachada una imagen de la Virgen con el hijo muerto a sus pies.

Con la experimentación heredada del constructivismo, Oteiza se embarca en lo que denomina su Propósito Experimental (1955), título con el que se presenta en la Bienal de São Paulo (1957), donde obtiene el premio extraordinario de escultura. En 1959, por entender que había alcanzado a su fase conclusiva, decide abandonar la actividad escultórica.

En estos cinco años de actividad Oteiza realiza una operación de gran trascendencia, al situar su obra en la senda de la tradición geométrica europea, reivindicando el neoplasticismo y el constructivismo soviético. La recuperación de las estéticas geométricas europeas y su influencia en la cultura vasca generan las bases de lo que se denomina la escuela de la escultura vasca; es Eduardo Chillida su representante más preciado en el mercado del arte.

Durante los 60 y 70, Oteiza investiga la lengua vasca y las manifestaciones populares de su pueblo. En 1963 publica “Quousque tandem…!”, un ensayo de interpretación del alma vasca, que se convertiría en su texto más conocido y polémico. En este libro se hace una defensa de la cultura popular vasca y su identidad, a la vez que se propone la estética como ciencia bajo la que subsumir todo el conocimiento. En 1969, Oteiza funda la Escuela de Deba con el fin de poner en práctica estas ideas. Los trabajos críticos y teóricos también se completan con la poesía: Existe Dios al noroeste (1990) o Itziar, elegía y otros poemas (1991).

Se mantuvo distante y crítico con los reconocimientos oficiales, siempre manteniendo su particular posición iconoclasta en lo ideológico y político. En 1992 donó su legado al pueblo de Navarra. Tras su muerte, en primavera de 2003, abrió sus puertas al público la Fundación Jorge Oteiza, en la localidad de Navarra de Alzuza, ocupando lo que fue su casa y taller.

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