Desgraciadamente varios sucesos están poniendo de actualidad estos días las consecuencias de la gestión que los padres y madres realizan de la relación con sus hijos en caso de divorcio.
El Colegio de Psicología de Cantabria advierte que las consecuencias emocionales para los niños que viven un secuestro parental van a ser muy variadas y manifestadas con un arco de intensidad que dependerá de procesos de asimilación y superación en fases posteriores del desarrollo.
Esperar una evolución sana y equilibrada en un niño/a que está siendo un objeto mercantil por parte de su padre o madre sería muy atrevido. Es lógico que ese niño o niña incube en su interior resentimiento, tristeza, ansiedad. Un poso de dolor que puede manifestarse con múltiples conductas desadaptadas cuando el menor va creciendo y madurando.
La situación psicológica y emocional que puede llevar a unos padres a secuestrar a sus hijos está muy vinculada a motivos cuya finalidad no puede ser otra que el hacer daño a la otra persona.
El estado psicológico provocado por la impotencia, la desesperanza, la sinrazón, el duelo y la no superación de un proceso de separación o divorcio en una persona desequilibrada emocionalmente, arrastra a manifestar esas conductas que son el reflejo evidente y claro de una persona inmadura y desajustada.
No es fácil establecer un perfil psicológico de las personas que manifiestan este comportamiento porque la variabilidad de rasgos personales es muy compleja, pero está claro que las pautas educacionales y las vivencias en la infancia y adolescencia van marcando nuestra personalidad y son los cimientos del comportamiento que tendremos ante las situaciones complejas en la vida.